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HUBBLE: La Expansión del Universo. El Cosmos se Hace Mayor – Eduardo Battaner López

Descripción

¿Qué significa el nombre de Edwin Powell Hubble en el desarrollo de la ciencia y, en particular, de la astrononúa? Dejemos que sea él mismo quien nos lo diga. En su libro The Realm of the Nebulae (1936) él nos lo resumió, explicándonos cuáles fueron sus cuatro grandes aportaciones a la astrononúa: – La clasificación galáctica. – La demostración de que existían los llamados «universos islas», o bien, galaxias muy distantes de nuestra propia Vía Láctea (aunque Hubble nunca empleó la palabra «galaxia»), aumentando extraordinariamente nuestra percepción de las verdaderas dimensiones del universo. – La llamada «ley de Hubble». Las galaxias se alejan más deprisa cuanto más lejos están.

La homogeneidad del universo. En esta biografía nos interesa la familia, el carácter, la educación, el aspecto físico, la anglofilia, el militarismo, los amores, los compañeros, las amistades, etc., con una intención de retratar los aspectos humanos de Hubble. Y también habrá lugar, por supuesto, para el desarrollo histórico de sus aportaciones básicas a la astrononúa y su interrelación con los científicos de su tiempo. La clasificación de las galaxias de Hubble tiene la ventaja de ser sencilla aun cuando las galaxias presentan una gran disparidad de formas. Prácticamente, consiste en una sucesión ordenada de elípticas, lenticulares y espirales. La clasificación fue acertada, puesto que se sigue utilizando, a pesar de que está basada solamente en el aspecto, en unas longitudes de onda muy particulares: las correspondientes a la parte visible del espectro, y a pesar de no haber tenido nada en cuenta la componente principal de una galaxia: la materia oscura. No puede decirse que la clasificación galáctica sea obra exclusivamente suya y, por otra parte, aun siendo útil, no tiene el gran mérito de sus otras aportaciones.

La demostración de que existen «universos islas», es decir, otras galaxias o, como él decía, «nébulas extragalácticas», es decisiva, pues nos permite captar las dimensiones colosales del universo. El universo de Kepler era el sistema solar y el de Herschel era nuestra galaxia. El universo de Hubble tenía unas dimensiones tales que nuestra galaxia no era más que un puntito entre miles de millones de otras galaxias. La investigación más conocida de Hubble es indudablemente la ley que hoy lleva su nombre. Esta ley no solo dice que el universo está en expansión, sino que precisa más, estableciendo que «la velocidad de alejamiento de una galaxia es proporcional a su distancia». En esta frase hay tres palabras clave: galaxia, velocidad y distancia. Para apreciar el mérito de Hubble al enunciar su famosa ley, hemos de tener en cuenta que, cuando comenzó su investigación, ni se sabía bien qué era una galaxia, ni cómo medir sus distancias, y solo se habían medido sus velocidades para una pequeña muestra de galaxias espirales. Cuando se rememora la vida de muchos de los grandes científicos de la Antigüedad, se aprecia que su biografía está repleta de episodios dramáticos y extravagantes peripecias.

Además, la filosofía y la teología se ven alteradas por sus descubrimientos, lo que impregna su vida y contribuye a su dramatismo. Pero Hubble es ya un científico de nuestro tiempo. Su vida es la de una persona del siglo :xx, con hábitos bastante normales, algo trastornada por la virulencia de dos guerras mundiales y por su fama y su prestigio social. Hubble es ya un profesional de la investigación de nuestros días. Es cierto que sus descubrimientos perturbaron la filosofía y la comprensión del universo, pero esta perturbación no solía corresponder a la de su propio rostro. Hubble apenas participó, expresamente, en la controversia que él mismo desató: el big bang.

Esta polémica saltó por encima de la frontera de la astronomía, afectando incluso a la filosofía y a la teología, pero él no quiso franquear estas fronteras. Además, como científico actual, su labor está muy entrelazada y enmarañada con la de otros eminentes científicos de su tiempo y también con la de otros menos conocidos. Se basa en resultados ligeramente anteriores de sus colegas contemporáneos, provoca nuevas observaciones y nuevas teorías llevadas a cabo por ellos, y se aprecian codazos sobre la primacía de algunos trabajos, tal como ocurre hoy en día.

La labor de Hubble descuella por encima de otros resultados de su tiempo, sí, pero no está aislada, es la obra de muchos. De especial importancia es la interrelación entre teoría y observación. Puede decirse que los teóricos, en el caso que nos ocupa, iban algo por delante, debido a que Einstein había aportado recientemente la herramienta mental para pensar sobre el universo: la relatividad general. Entre varios científicos -no demasiados- escribieron una de las páginas más admirables de la historia de la humanidad. Hubble, cuya labor se circunscribió en lo fundamental a la observación, conoció personalmente a la mayoría de ellos y, aunque sus conversaciones fueron breves, resultaron determinantes. Como ocurre en la actualidad, el constante examen de lo que otros hacen lleva a una interconexión tan estrecha que luego es difícil reconocer el mérito de cada uno, a pesar de tener constancia escrita en revistas especializadas, con fechas muy precisas. Era una época en la que la teoría se fraguaba mayormente en Europa y la observación y la experimentación sobre todo en Norteamérica.

El Atlántico vio cómo grandes científicos de ambas inclinaciones lo surcaban con frecuencia. Esos viajes duraban unos once días, eran en barco, no en avión, pero casi todos presentían que la información de las revistas no bastaba. Había que verse, era necesario hablar y oír. Escribir y leer no era suficiente. Se estaba escribiendo una página trascendental de la astrononúa, y de toda la humanidad, pero antes de llevarla al papel se presentía y se rumoreaba. Cuando estos físicos se veían, un par de garabatos en la pizarra bastaban para entenderse. ¿Era el universo estático como quería Einstein en su primer trabajo cosmológico? ¿Era estacionario pero no estático, como quería el astrofísico británico Fred Hoyle? ¿Había habido un big bang seguido de una expansión, como querían Alexander Friedman y Georges Lemaitre? Esta expansión ¿se iría acelerando, como quería De Sitter? ¿Era el universo finito en el espacio? ¿Cuál era la curvatura del espacio-tiempo? ¿Era el universo homogéneo? La respuesta la tenía el gran telescopio de Mount Wilson pilotado por Hubble.

Es notorio que hoy haya respuestas para preguntas tan amplias y que se codean tan estrechamente con la filosofía. Y es igualmente notorio que estas respuestas han resultado, en cierto modo, inesperadas. ¿Qué filósofo espectador de la controversia cosmológica del siglo xx hubiera anticipado que había habido un big bang, un tiempo cero, una creación, como se atrevió a decir Friedman, un átomo primitivo, como se atrevió a decir Lemaitre? Quizá el mejor ejemplo de la crucial relación entre teoría y observación fue la entrevista de dos científicos de peculiaridades completamente opuestas: Einstein y Hubble. Enseguida, Einstein se dio cuenta de que las medidas de Hubble demostraban que su modelo de universo estaba equivocado, que el universo «de verdad» correspondía a un modelo que él había tirado a la papelera por parecerle inverosímil. ¿ Cómo podía haber imaginado alguien que el universo estaba en expansión, como se deducía de sus primeras ecuaciones? ¿Cómo podía imaginarse eso antes de que Vesta Slipher y Hubble lo demostraran a pie de telescopio? Desde el punto de vista puramente personal, la imagen de Hubble tiene trigo y paja.

Siendo natural de Missouri, hablaba, vestía y accionaba corno un lord inglés de Oxford. Gustaba que le llamaran «mayor Hubble» en lugar de «doctor Hubble» por su extremada vocación militar en contraste con su dedicación a la ciencia. Era presumido, altanero y distante. No solo era alto, sino además altivo. Tuvo frecuentes y fuertes altercados con sus compañeros de trabajo y solo se entendía con Milton L. Humason, su ayudante en Mount Wilson, que acataba militarmente sus decisiones. Hubble fue un buen atleta en su juventud, aunque adornó sus hazañas con ditirambos atrevidos. También las exageró en las dos guerras mundiales y en otras circunstancias, hasta tal punto que cuando a su suegro le dijeron cómo había sido Hubble antes de su boda, no podía creerlo. Fue buen esposo, pero peor hijo y hermano, pues se fue despegando paulatinamente de su familia de Missouri, hasta ignorarla por completo. Pero, por otra parte, Hubble era un gran científico que, en palabras de Humason, «sabía lo que quería y cómo lograrlo».

Conocía el cielo de cabo a rabo y era capaz de detectar cualquier cambio insignificante en una debilísima estrella en la placa fotográfica perteneciente a la galaxia de Andrómeda. Pasó una gran parte de su vida mirando placas al trasluz. Era infatigable y tenaz. Cuando sus compañeros acababan la noche de observación extenuados, tiritando y bostezando, para él era el mejor momento del día. Iba a observar aunque las condiciones meteorológicas fueran «desastrosas», dicho sea con segunda intención. Algo que resulta curioso es que para ser uno de los grandes astrónomos de la historia, la formación de Hubble como físico y como astrónomo fue muy deficiente. Sus estudios fueron de derecho y no estaba capacitado para entender míniman1ente los avances teóricos, pero se encaramaba por todos los recovecos de la cúpula del mayor telescopio del mundo. De todas formas, su capacidad legendaria de trabajo sufrió un grave declive tras su entrevista con Einstein. La vida de Hubble se puede dividir en dos períodos muy diferentes, antes y después de esta entrevista.

Tras ella llegó la fan1a y la popularidad, y con la popularidad los honores, los laureles, la entrada en la alta sociedad, las cenas con los personajes más fan10sos de la ciencia y el arte. Hubble hacía interminables viajes a Inglaterra y a Europa, pasaba largas temporadas pescando en un río perdido en Colorado, dedicaba una gran cantidad de tiempo y energía a las relaciones sociales y a su pertenencia a ateneos y otros foros culturales. En el telescopio ya estaba Humason, hombre sin formación alguna pero dotado de una inteligencia natural fuera de lo común. A su director, Adams, le irritaba el tren de vida que llevaba Hubble -un astrónomo de su plantilla- y pretendió reducir su salario. Sus vacaciones tenían que ser de un mes, corno las de los demás. Además, le irritaba que cuando se publicaban sus conferencias en Europa no apareciera por ninguna parte su filiación a Mount Wilson.

Tal reducción de salario no se llevó a cabo, quizá afortunadamente, porque Hubble era un astrónomo especial, que requería y merecía un trato preferente, en beneficio incluso de Mount Wilson y de la ciencia internacional. A Hubble no le importunaban demasiado las amenazas de Adams porque no tenía problemas económicos desde su matrimonio con la hija de uno de los banqueros más prósperos de Los Ángeles. Y supo sortearlas al ganarse la confianza de los magnates del Instituto Camegie -del cual Mount Wilson dependía- de tal forma que todo quedó en una rabieta prolongada de Adams, que encontró su venganza al conseguir en su jubilación que Hubble no fuera nombrado su sucesor como director de Mount Wilson, a pesar de que poseía mayor prestigio científico.

En la biografía de Hubble hay claroscuros, pero hoy nadie duda de que merece un puesto de rango especial, de primera fila, entre todos los grandes pensadores de todos los tiempos. Hoy se emplean sin discusión términos corno ley de Hubble, tiempo de Hubble, constante de Hubble, flujo de Hubble, clasificación de Hubble y tantos otros nombres hasta llegar al telescopio espacial Hubble, que, en cierto modo, tiene una misión que pretende ser la continuación de la obra de aquel gran científico. Edwin Hubble no recibió el premio Nobel a pesar del apoyo incondicional del astrónomo indio Subrahrnanyan Chandrasekhar ( que sí lo obtuvo). Cuando estaba vivo no había Nobel para astrónomos, cuando murió, no había Nobel a título póstumo. La evolución de su ciencia está lógicamente bien documentada con sus artículos y sus relaciones interpersonales con otros científicos. Hubble, en cambio, no hablaba mucho de su persona y sus creencias, pero contamos con el diario de su propia amante esposa, aunque poco objetivo y censurado por ella misma, y con las opiniones de sus hermanas menores Helen y Elisabeth, que llegaron a avanzada edad y fueron entrevistadas por sus biógrafos pioneros.

Ver más
  • Introducción
    Capítulo 1 Hubble, El Hombre
    Capítulo 2 La Clasificación Galáctica Y Los Universos Islas
    Capítulo 3 La Ley De Hubble
    Capítulo 4 La Homogeneidad Del Universo
    Anexo
    Lecturas Recomendadas
    Índice
  • Citar Libro

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